lunes, 21 de septiembre de 2015

New Relato



La tormenta en el exterior era incesante, Ángel con un cuchillo en mano se acercaba hasta donde estaba su hermano, el cual se encontraba justo al finalizar las escaleras, al parecer inconsciente. Una vez estuvo a su lado, se arrodilló inclinándose sobre su rostro donde pudo percibir un leve respirar, esto le alivió, aún estaba vivo, pero todavía sostenía entre sus manos el extraño objeto.
Un ruido en el piso superior le alertó, rápidamente cogió a su hermano como pudo entre sus brazos y arrastrándolo lo llevo hasta el pequeño hueco situado justo debajo de las escaleras.
El ruido se escuchaba cada vez era más cercano y fuerte, esto le hizo suponer que el ser que había divisado momentos antes de la caída de su hermano se encontraba bajando las escaleras. Cada crujir de las escaleras, le hacía sentir delante de un batallón de fusilamiento, cada paso parecía disparos fallidos, pero dentro de él sabía que tarde o temprano esas balas ficticias acertarían.
El extraño objeto volvía a brillar, ese rojo como la sangre, iluminaba toda la mano de su hermano, una luz que haría palidecer hasta el mismísimo diablo de miedo. Porque volvía a estar iluminado, que motivo provocaba ese terrorífico destello.
Mientras observaba la mano de su hermano se percató de que los sonidos de los escalones habían cesado, no se escuchaba nada, solo la terrible tormenta que rugía con ferocidad en el exterior. Se habría detenido, quizás no los vio, pensó Ángel, pero sería imposible, la luz del objeto iluminaría un estadio de fútbol.
Agarrando el cuchillo que sostenía con fuerza, asomó cauteloso, observando con miedo, no sabía dónde podría estar el extraño ser. Pero no se veía nada, al final de la escalera no había nadie. Estaba seguro de que eran pasos lo que hacía rechinar las viejas escaleras de madera, quizás se encontraría en otra habitación.
Un escalofrío hizo palidecer su rostro, la el vello de sus brazos se erizaron y el corazón comenzó a latir con más fuerza. Era como una respiración, un aliento que no pertenecía a su hermano, que continuaba inconsciente a su lado, tembloroso se giró y justo detrás unos ojos amarillos, grandes, tanto que parecían pelotas de golf, lo estaba observando.
El rostro era escamoso, parecía un gran lagarto, de color negro, tenía dos pequeños orificios en el centro de la cara, lo que parecía una pequeña nariz, y una gran boca terminaba el conjunto del rostro, no se apreciaba ni orejas ni cabello.
Ángel tragó saliva. El reptil humanoide  de un rápido movimiento lo lanzó hacía el salón, alejándolo de su hermano….
Seis horas antes....
-     Buenos días, ¿estás listo? -  Enfatizó su padre.
-     Buenos días, papá - Dijo Ángel mientras bostezaba.
-     ¡Vamos, que tu hermano Rubén lleva más de una hora levantado! - Gritó su madre desde el otro extremo del pasillo.
Con esfuerzo, Ángel se levantó, se vistió y bajo las escaleras. Al llegar abajo se encontró con su hermano en la cocina, estaba desayunando eso horribles cereales que vuelven la leche de color verde, pero que tanto le gustaban.
-     No sé cómo puedes comerte eso, da asco solo de verlo - Refunfuñó.
-     Pues a mí me gustan – Balbuceó con la boca llena, mientras introducía otra cucharada más.
Justo en ese momento su padre irrumpió en la cocina con una cajita pequeña, la deposito sobre la mesa y con el rostro muy serio comentó:
-      Esta caja no se toca, ¿ok?, dentro de dos horas llegará un cliente a recogerla, cuando llegue, se la entregáis -.
Los dos hermanos se miraron extrañados, pero sabían de sobra que a su padre le gustaba mucho el teatralizar las cosas.
-     Bueno chicos, nos tenemos que ir. Luego vendremos a por vosotros para ir al centro comercial, hasta entonces portaros bien y no os peleéis – Dijo su madre mientras cogía el bolso.
-     Si llega el cliente a por la caja antes de que volvamos, simplemente dádsela – Puntualizó su padre.
Una vez su padre hubo cerrado la puerta tras de él, Rubén se abalanzó sobre la cajita.
-      ¿Qué haces? – Dijo Ángel quitándosela de las manos.
-     ¿No tienes curiosidad?, si la abrimos con cuidado, nadie se dará cuenta –
-     ¡No!, y no me líes – Dijo Ángel mientras depositaba la caja en lo más alto de una estantería.
Transcurridas más de dos horas, los dos hermanos se impacientaban, ni sus padres ni el cliente habían hecho acto de presencia.
-     Ángel -.
-     ¿Qué quieres? -.
-     ¿Has visto esa luz que sale de la caja?- Dijo Rubén señalando donde se hallaba.
Los dos hermanos se acercaron a la estantería, Ángel cogió la cajita, desprendía una luz, que cada vez era más intensa....

Ángel había vuelto en sí, lentamente se iba incorporando y aún un poco mareado vio como el extraño ser sostenía entre sus garras a su hermano, no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero no parecía haber sido mucho.
-     ¡Bicho del infierno! – Gritó.
El ser giró la cabeza, lo miró impasible y volvió a su posición inicial. Ángel, miró a su alrededor buscando desesperadamente el cuchillo, hasta que se percato de que se encontraba justo al lado del lagarto. Sin pensarlo dos veces corrió hasta la criatura, dando un salto y se encaramó a la espalda de la criatura.
Este comenzó a zarandearse de un lado a otro intentando deshacerse del muchacho, mientras sostenía al otro joven entre sus manos. Al final soltó a Rubén de entre sus garras, para centrarse en Ángel.
La lucha parecía encarnizada, pero ninguno cedía terreno al otro, parecía increíble que un simple muchacho pudiese enfrentarse a tan horrible criatura, el muchacho no cesaba de golpearlo hasta que de pronto el ser se quedó paralizado.  Ángel pensando que le había derrotado, lo soltó, retirándose paso a paso hasta una distancia de unos dos metros.
La criatura comenzó  a agonizar, desprendiendo unos terribles quejidos, unos sonidos ensordecedores que obligaron a Ángel taparse los oídos. El gran lagarto cayó al suelo, retorciéndose de dolor.
Ángel no sabía muy bien lo que estaba pasando, podría el haber conseguido causarle tanto daño a la criatura para verla en ese estado, sus dudas se disiparon rápidamente al ver a su hermano Rubén con el extraño objeto en sus manos y el cuchillo clavado en él.
-     ¿Cómo sabías que eso dañaría a la criatura? – Preguntó Ángel a su hermano mientras se situaba a su lado.
-     No lo sabía, pero me di cuenta de que cuanto más cerca estaba el bicho de esto, más brillaba – Contestó
Un fuerte golpe en la puerta principal sobresalto a los chicos, nerviosos, se dieron la mano y juntos fueron caminando. Delante de ellos alguien fundado en una gabardina negra y con un espeso sombrero, totalmente mojado por la tormenta que aún rugía en el exterior, se hallaba en el hall de entrada. ¿Quién sería?, se preguntaron los jóvenes, podría tratarse de otro ser lagarto.
-     ¿Estáis listos?- Pronunció una voz familiar.
El ser que había delante de ellos era ni más ni menos que su padre. Los chicos respiraron aliviados y corriendo fueron a abrazarlo.
-     ¿Qué os pasa? – Preguntó extrañado.
Los dos se miraron a la cara, volvieron a mirar a su padre y a su madre que justo se encontraba entrando en la casa en ese momento. Cada uno agarró una mano de su padre y lo llevaron hasta el cuerpo del lagarto .
La cara desencajada del padre al ver al monstruo tirado en el suelo del pasillo  indico a los jóvenes que era cierto lo ocurrido, que no lo habían soñado y que su padre también lo estaba viendo, en el suelo.
-     ¿Qué habéis hecho?- Lamentó su padre.
-     ¡Papá, “eso” apareció de repente y nos atacó! ¡ A mí me tiró por las escaleras!- Exclamó Rubén alterado.
El padre miró de un lado a otro como buscando algo, se detuvo para posteriormente dirigirse a la cocina.
-     ¿Dónde está la cajita?- Preguntó con voz fuerte.
Los dos chicos, seguidos por su madre, que aún no había pronunciado palabra alguna desde su llegada, se reunieron con su padre.
-     Verás papá…..- Balbuceó Ángel.
-     Yo la abrí…- Dijo Rubén mirando hacia el suelo.- Es que comenzó a brillar y nos dio curiosidad,…y como no había llegado el cliente, creíamos que podríamos mirar dentro, sin que nadie se diera cuenta, antes de que llegase – Continuó.
Su padre se tapó la cara con una mano y dijo suavemente:
-     “Eso” como has dicho, que yace en el suelo, es el cliente -.
-     ¡¿Cómo?! – Gritaron los dos al unísono.
-     Sí – Dijo su madre apoyada en el marco de la puerta.
Antes de que los chicos pudiesen gesticular alguna palabra, un ruido ensordecedor procedente del objeto, comenzó a sonar, a la par que la luz que desprendía el objeto se hizo casi cegadora.
El padre se acercó a la ventana de la cocina que se encontraba justo encima del fregadero e intentó divisar algo entre la furiosa tormenta. No tardo mucho en distinguir entre esa oscura y tórrida lluvia una luz verde.
-     Me temo que tenemos problemas – Dijo mirando a su familia.
-     ¿Han venido, verdad?- Preguntó la madre.
-     Sí, me temo que sí – Dijo el padre con tono pésimo.
Todos se reunieron junto al padre en la ventana, pero ahora no solo se podía distinguir una luz verde, al lado de esta, se encontraba otra luz,  y así se podían contar hasta diez luces y cada vez aparecían más.
-     ¿Qué son esas luces ?- Pregunto Ángel nervioso.
El padre apoyo sus manos sobre los hombros de Ángel y dijo:
-     Yo soy el médico de esas criaturas, a cambio de ayudarles, dejan de atacar a los habitantes de este pequeño pueblo -.
-     ¿Su médico? Y ¿Cómo que dejan de atacar?- Preguntó sobresaltado Rubén.
-     Sí, vosotros no habíais nacido aún cuando se formo el pacto.  Yo me ofrecí a ayudarles curándoles las heridas causadas en ataques a otros pueblos, a cambio de tener la certeza de no ser uno de esos pueblos.
Continuó relatando la madre:
-     El pacto fue factible y desde entonces, mientras tu padre continuase curándolos, no nos atacarían. La cajita contenía el corazón de ese ser que se encuentra en el suelo -.
-     ¿Esto es su corazón? – Dijo Rubén mostrando el objeto ensartado con el cuchillo.
La madre lo cogió, lo observo, saco el cuchillo y se lo entregó al padre.
-     No teníamos que habérselo ocultado a los chicos, se sintieron amenazados y solo se defendieron - Lamentó la madre.
-     Tienes razón, pero ya es tarde, por nuestro error, lo pagaremos caro -. Dijo el padre acercándose a los jóvenes -  acompañadme, intentaremos ponernos a salvo -.
Los dos acompañaron a sus padres sin decir ninguna palabra, no podían reaccionar, todo lo que estaba sucediendo y lo que sus padres terminaron de contarles, los dejaron desencajados.
Cuando comenzaron a reaccionar se hallaban en el exterior de la casa, en el porche y justo delante de ellos, se encontraban, entre la lluvia, decenas, no, cientos de esos seres, con un resplandor cada uno en el pecho. Detrás de ellos sus padres, pero, si se iban a poner a salvo, ¿porque salían fuera?, se preguntaban.
-     Seres Dragoon, siento mucho la pérdida de su compañero, pero fue un error. Sé que es grave, pero a cambio os concedo a mis hijos, a modo de sacrificio, para continuar con la tregua que teníamos hasta ahora – Vociferó el padre para hacerse escuchar entre tanto estruendo.
Los muchachos se miraron el uno al otro y a continuación se giraron para divisar a sus padres cerrar la puerta detrás de ellos.
-     Sacrificio aceptado…..no volver a fallar – Dijo una terrible voz procedente del grupo de seres .
Los chicos se giraron de nuevo para divisar horrorizados que centenares de seres se acercaban hacia ellos. No podían creer que sus padres los ofrecieran en sacrifico, que clase de padres hacían eso, pensaron.
Allí se encontraban ellos, comenzando a ser rodeados y sin ninguna posibilidad de escapar.




FIN